Eva
Mansano
La última consciencia ante el sueño

No sé de donde vengo ni a donde ir, estoy entre dos mundos. Va a haber un momento en el que tendré que elegir, pero ahora estoy entre los dos. No sé a donde ir.

Lázaro
Lázaro fue mi abuelo. No tuve mucho contacto con él, ya que falleció en 2010 cuando yo tenía apenas 6 años. Yo vivía en otra ciudad y solo lo veía en navidades o festivos. No recuerdo bien su cara, y su voz ha desaparecido de mi memoria hace tiempo. Me acuerdo de llorar cuando mi madre me contó que ya no íbamos a verlo en las próximas navidades. Fuera de eso, no tengo muchos recuerdos, pero hay una imagen borrosa que es uno de mis momentos favoritos de la infancia.
Estaba en la casa de mis abuelos. No recuerdo si mi abuela estaba con nosotros ese día; solo estábamos los dos en el salón: yo jugando con mis tacitas de té y él, a mi lado, pelando naranjas. Recuerdo eso porque el olor era muy fuerte, y yo decía que estaba tomando té de naranja. En un momento, miro a mi abuelo y lo veo dándole forma a una de las cáscaras, haciendo triángulos con ella. Luego se la pone en los dientes y, con las manos como garras, me persigue haciendo ruidos de león. Yo me río mientras salto sobre los sofás, fingiendo estar asustada, pero en realidad me lo estaba pasando increíble.
No recuerdo mucho más de él. Como mencioné, su cara y su voz han desaparecido de mi mente, pero sé que esa persona me quiso y cuidó de mí. Ese recuerdo fue solo uno de los muchos momentos que pasó jugando conmigo. Años más tarde, descubrí algo que me hizo querer preservar esta memoria para siempre. Un día, decidiendo qué película ver con mi madre, ella me sugirió ver El Padrino, ya que era la película favorita de su padre. La verdad es que no me estaba gustando mucho hasta que llegué a una escena en la que el personaje del padrino, un abuelo que ama mucho a su nieto, juega con una piel de naranja mientras lo persigue, y el niño se ríe.
En ese momento, me di cuenta de que no solo fue un recuerdo importante para mí, sino que mi abuelo también quiso crear un momento especial. No se trataba solo de entretenerme, sino de recrear una escena de su película favorita. Quizá no recuerde mucho de él, pero sé que eso ocurrió, y estoy segura de que él también llevó ese momento consigo. Me alegra que, aunque no recuerde mucho, este recuerdo lo llevaré conmigo hasta el final.

El 11 de septiembre de 2001 fue uno de los eventos más trágicos de la historia moderna, y su impacto en el mundo ha sido enorme. Pero más allá de las consecuencias inmediatas, como las pérdidas humanas o los problemas económicos, lo que realmente me parece interesante es cómo un suceso de esta magnitud puede influir en las tendencias culturales y artísticas de maneras que jamás habríamos imaginado.
Gerard Way, por ejemplo, estaba trabajando en Nueva York cuando ocurrió el ataque. El impacto emocional fue tan fuerte que decidió dejar su empleo para perseguir su sueño de formar una banda, lo que dio origen a My Chemical Romance. Esta banda, que se volvería icónica en la década de 2000, reflejaba la estética oscura y melancólica de una generación que lidiaba con la incertidumbre y el dolor de vivir en un mundo cambiante.
Es aquí donde empezamos a ver una cadena de influencias que, aunque indirecta, nos muestra cómo todo está conectado. Stephenie Meyer, autora de Crepúsculo, era fan de este tipo de música y de las emociones que transmitían bandas como My Chemical Romance. De alguna manera, esa estética gótica y romántica se reflejó en su obra, una historia de vampiros que mezcla el amor con lo sombrío. La saga Crepúsculo tuvo un impacto cultural enorme, y de ella nació otro fenómeno inesperado: 50 Sombras de Grey, que comenzó como un fanfic sobre Edward Cullen, pero con una temática de BDSM.
Lo que me resulta más fascinante es cómo, a partir de estos fenómenos, surgen otras obras igualmente influyentes, como After. Este libro, que empezó como un fanfic de Harry Styles, es otro ejemplo de cómo las tendencias culturales y artísticas pueden trazar una línea, por muy difusa que sea, desde un evento histórico tan grande como el 11-S, hasta movimientos y obras que, en principio, parecen no tener nada que ver.
Mi punto con esta comparación no es simplemente mostrar una cadena de eventos que parece un efecto dominó caótico en la sociedad, sino destacar cómo estos grandes momentos históricos influyen de manera impredecible en las tendencias futuras. No quiero faltarle al respeto a la tragedia que fue el 11-S ni a las víctimas, pero creo que es crucial analizar no solo las consecuencias inmediatas, sino también cómo el arte y la cultura evolucionan en respuesta a estas situaciones.
El arte, en todas sus formas, es una de las maneras en que la sociedad procesa estos traumas y emociones colectivas, y lo que me parece más interesante es que este proceso sigue dando lugar a creaciones, movimientos y tendencias que, aunque parecen distantes, tienen sus raíces en esos momentos históricos. Y así, aunque de manera indirecta y a través de conexiones que a primera vista parecen inconcebibles, se puede trazar una línea desde un evento tan impactante como el 11-S hasta fenómenos culturales como After, demostrando cómo los ecos de estos momentos siguen moldeando nuestra cultura de maneras sorprendentes.